18 QMEV- COMO A TI MISMO

“Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. (Eclo. 1,2)

Así empieza el libro del Eclesiastés del Antiguo Testamento, libro que está clasificado en la categoría de “sapiencial” por la sabiduría que hay en él, universal, válida en todo tiempo y lugar.
Sabiduría válida para ti también, aquí y ahora.

¿Qué es la vanidad? Su origen etimológico es muy interesante, viene del latín vanitas y significa la cualidad de lo vano, es decir, de lo vacío, de lo hueco o falto de sustancia y solidez, de la arrogancia, de la presunción.

Lo que hay detrás de la vanidad es un sentimiento de inferioridad y el deseo de ser aceptado por el otro. Al alardear de las virtudes, se intenta demostrar que no se es menos que nadie, que es lo que en realidad siente, y se espera con ansiedad recibir el aplauso y la admiración de los demás.

Vanidad de vanidades, todo es vanidad.
Es vanidad colgar en las redes sociales imágenes con el objetivo de ser piropeado, o textos con los que deseas ser encumbrado. Y cada vez que cuelgas algo, esperas con ansia los resultados, recibir muchos “Me gusta”, “retwitteos”, comentarios, que se extienda mucho para ser admirado mucho.
Llega a tal punto tu anhelo que hasta pides a tus amigos que pinchen al tan esperado botón de “me gusta” como si cada número que sumas supusiera otorgar un “certificado de garantía” a aquello que es publicado.
Todo tiene que ser rápido, en menos de 24 horas ya nadie se acordará de aquello porque recibirán un bombardeo incesante de información de otros usuarios que también esperan sus “me gusta”.
Y sin darte cuenta entras en esa vorágine de publicar, hacer seguimiento del éxito de tu publicación, sentirte satisfecho momentáneamente y cuando los “me gusta” se acaban, a publicar otra vez. Porque el vacío sigue presente en tu corazón. Los “me gusta” no terminan de llenarlo, porque son efímeros. Su valor no es real ya que no dura.

Es vanidad enfadarse porque quienes te rodean no llevan la vida que tú quisieras. Porque no toman las decisiones que tú tomarías por ellos. Porque crees que tú sabes elegir lo que es realmente correcto y si la elección del otro no coincide con la tuya, consideras que se está equivocando sin remedio. Es vanidad pretender vivir la vida de la otra persona. Tú ya tienes la tuya propia, que no es poca cosa.

Es vanidad juzgar a las personas, a sus actitudes, a las circunstancias sin tener conocimiento suficiente de la situación. Juzgar por meras apariencias, juzgar con un solo dato a nuestro alcance dando por supuesto el resto de la realidad tal y como te la inventas y después, emitir juicios de valor sobre la bondad o maldad, es vanidad.

Es vanidad esforzarse en tener el record en beber, ligar, enrollarse, , jugar a “amar”.
Son muchas las actitudes cotidianas están regidas por la vanidad. Lo tienes tan normalizado en ti que ni siquiera te das cuenta. Pero si te detienes a pensar un instante, quizá veas que te sientes desgastado y cansado de estar metido en esta carrera sin fin que no lleva a ninguna parte porque es vana, vacía.

Vanidad de vanidades, todo es vanidad.
¿Qué hacer? ¿Recuerdas el mandamiento de Jesucristo?
Ama al prójimo como a ti mismo. ¡Como a ti mismo!
¿Cómo vas a amar de forma auténtica al prójimo si tú no te amas así?

Estás en un mundo herido, tú mismo estás herido, y la mayor parte de esas heridas proceden de no saber amarte bien a ti mismo.
Por no amarte a ti mismo, vas dando zarpazos a los demás, por mucho que queramos disfrazarlo de “entrega desinteresada” hacia ellos, les herirá porque en el fondo se esconde tu creencia de que ellos deben cubrir tus huecos. Huecos que tú dejas al descubierto por no amarte.

Amarte a ti mismo implica amarte desde tu realidad, asumiendo tus cualidades tal y como son, sin excusas ni justificaciones.

Amarte a ti mismo es desarrollar tus dones y ponerlos a pleno rendimiento para el servicio de los demás sabiendo que estarás creciendo hasta el fin de tus días y que eso será maravilloso porque te impulsará cada mañana con una motivación renovada.

No amas bien al prójimo si le acostumbras a cubrir sus huecos.
Dosifica tus fuerzas y no te desgastes inútilmente cargando con lo que no te corresponde. No dudes en parar y buscar momentos de sanación que recarguen tu “batería” cuando lo sientas necesario, siempre antes de quedarte seco y agotado.

Amarte a ti mismo es afrontar las consecuencias de tus actos con responsabilidad, sin evasiones.

Amarte a ti mismo es integrar las piezas del puzle de tu vida para comprenderla y así llegar a amarla, tal y como es, entonces dejarás de renegar y lamentarte por ella.

Amarte a ti mismo es reconocer tus limitaciones y dejarte cuidar por los demás que tienen sus propios dones y también se realizan al ponerlos al servicio de los demás, a tu servicio.

Ámate a ti mismo y sanarás tus heridas.
Ama al prójimo como a ti mismo y sanarás sus heridas.





1 comentarios:

Anónimo,  2 de julio de 2015, 13:53  

Gracias¡¡

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