SABER ESPERAR




Cuando visitas la tumba del Hno. Rafael lo primero que encuentras nada más entrar a la derecha es un cuadro que reproduce uno de sus dibujos y en donde puede leerse una de sus frases más conocidas:

“¡SABER ESPERAR! ÉSA ES TODA NUESTRA CIENCIA”

Es muy difícil saber esperar cuando uno siente que tiene demasiados frentes abiertos en su vida, o cuando un problema o situación complicada trae consigo un dolor que lacera el alma. En esas circunstancias uno puede quedarse bloqueado o puede huir hacia adelante para salir cuanto antes de ese dolor que va poniendo a prueba su equilibrio personal.
La paciencia es una virtud. Cuesta mucho practicarla porque requiere un esfuerzo muy intenso y prolongado en el tiempo. Además, estamos inmersos en un mundo en el que vamos a la carrera todo el día, un mundo en el que solucionamos muchas gestiones con tan solo dar a un botón, un mundo donde lo que importa son los resultados inmediatos.
La paciencia es una virtud que descubre la fortaleza de espíritu de quien la posee. Ser paciente no es quedarse pasivamente mirando cómo se van sucediendo los acontecimientos y esperar a que se resuelvan solos. Ser paciente tampoco es aguantarse o resignarse.
Ser paciente es entender que cada cosa en la vida tiene su propio proceso y si uno intenta acelerar el ritmo de ese proceso puede llegar a equivocarse por la precipitación y las ansias de terminar cuanto antes. “Al mal paso dale prisa” dice nuestro sabio refranero castellano, pero hay muchas ocasiones en las que hay que SABER ESPERAR: esperar los resultados de una prueba, dar tiempo a la educación de nuestros hijos, al aprendizaje de nuestros alumnos, a la maduración de las personas, a la resolución de los problemas, y tantas otras cosas.
Saber esperar requiere un ejercicio impresionante de abandono y de confianza ciega en el Señor, es dejarse en sus brazos cuando uno no entiende nada o siente que ya no puede poner más de su parte, es aceptar el dolor con la serenidad y la certeza de que Dios colocará las cosas en su sitio a su debido momento. Es saber que tras las nubes aún están las estrellas, aunque no se las sienta, aunque no se las vea.
Saber esperar en las noches oscuras del alma, como las llamaba Sta. Teresa, es la virtud de un alma humilde que reconoce que no se basta a sí misma, es la virtud de un alma fuerte que no se deja vencer por la inquietud de la impaciencia ni por la tentación de salir huyendo del dolor sea como sea. Es la virtud de dejarse abrazar por Dios aun cuando uno no lo sienta, porque Él siempre está. Es la virtud de saber que Dios a través del tiempo dará forma y sentido a lo que es en apariencia un sinsentido.
Saber esperar es vivir confiado y confiando en Dios Amor, Dios que nos ama y que sólo desea nuestra felicidad. Porque, aunque no entendamos los caminos que debemos seguir hasta alcanzarla, Él sí sabe bien lo que necesitamos y cómo ir encajando las piezas para que, al final, todo esté donde debe estar.

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