ALEGRAOS Y REGOCIJAOS



 En la misa del pasado domingo se leyeron unos datos que me dejaron escalofriada, era la cifra de los mártires cristianos del siglo XX: más de 45 millones. Eso supone que durante el pasado siglo murieron cuatro cristianos cada hora por defender su fe.
Cuando planteo esta cuestión a mis alumnos ellos no dudan en afirmar que las persecuciones a los cristianos se produjeron durante los primeros siglos pero que actualmente es una cuestión más que superada gracias a que vivimos en eso que se ha dado en llamar: “una sociedad civilizada” abanderada de valores como la libertad y la tolerancia, ¡Por supuesto!
Pero esos más de 45 millones son el dato objetivo que viene a sacarnos de nuestro “ensueño” de sociedad avanzada. Se cifra un total de 69.420.000 de mártires cristianos, de todas las confesiones, a lo largo de toda la historia de la humanidad.
¡¡Alrededor del 65% de ese total fueron martirizados en el siglo pasado!! Y, lo que es aún más aterrador, los datos que arrojan los primeros trece años de este siglo XXI no son más alentadores. Aunque los medios de comunicación no sacan en las portadas de sus periódicos a ninguno de los cristianos perseguidos. Estos datos tan trágicos hacen que el silencio de los países occidentales y de las Organizaciones Internacionales sea cada vez más lacerante.
Pero es que, en los países occidentales y en las Organizaciones Internacionales existe una creciente aversión u odio al cristiano que se hace cada vez más patente y está encarnado en lo que podríamos denominar “laicismo excluyente”.
Los que impartimos la docencia de las clases de Religión Católica en centros públicos, tenemos ingratas experiencias sobre persecuciones que, por supuesto, no acaban en el martirio, pero que hace que muchos profesores vivan martirizados día a día en su trabajo a causa de sus creencias.
En los tablones de estos centros, los cristianos tenemos que soportar que se cuelguen carteles con lema como:

RELIGIÓN FUERA DE LA ESCUELA
POR UNA ESCUELA LAICA, CIENTÍFICA Y RACIONAL
A MÁS RELIGIÓN MENOS CONSTITUCIÓN

No me entretendré a analizar la vaciedad y sinrazón de cada uno de ellos, pero hay otros muchos que son tan hirientes y faltos de respeto como torpes y simplistas.
¡Cuánta ignorancia revelan esos eslóganes! Si alguno de sus redactores tuviera el más mínimo conocimiento de lo que está hablando, se le caería la cara de vergüenza por estar en la inopia.
¡Y cuánto odio destilan! Tanto, que da la sensación de que viven tan obsesionados con el tema de la fe que están amargados tragándose sus propias pestilencias.
Es curioso que algunos intenten equiparar esas consignas que ya están tan manidas pero, por desgracia, aún no superadas para muchos, con la publicidad de nuestra asignatura, que tiene un lenguaje positivo, que jamás hace la más mínima mención, ni para bien ni para mal, a las personas de ideologías o de creencias diferentes y que nunca busca quedar por encima de nadie a base de pisotear y de faltar el respeto a los demás.
Pero al equipararlo, se nos está obligando a aceptar que el insulto hacia los que creemos siga presente en las paredes y cada día tengamos que tragárnoslo con resignación y, por supuesto, en silencio.
Silencio porque, en nuestra “sociedad de las libertades” si alguien se sale del pensamiento único, ya no está respetando la libertad de los demás.
Silencio porque, en nuestra “sociedad de la tolerancia”, si hablas para defenderte es que eres un intransigente y un fundamentalista.
Pero, en el fondo, tras pasar el primer sofocón que te provoca ver un día más un nuevo insulto o una nueva ofensa, uno no puede evitar esbozar una pequeña sonrisa que ningún laicista radical y excluyente entendería ni entenderá jamás.
Es la sonrisa de la paz interior que uno siente cuando resuena en su mente aquellas palabras de Cristo:
Dichosos, felices, seréis cuando os injurien y os persigan, y digan contra vosotros toda clase de calumnias por causa mía.
Alegraos y regocijaos, porque será grande vuestra recompensa en los cielos.
Que los mártires de todos los tiempos sean ejemplo de afrontar estas pequeñas persecuciones con audacia y optimismo, y siempre, firmes en la fe.

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