PREPARAR EL EQUIPAJE

Aún no tengo seguro si podré empezar mi Camino, hay demasiados asuntos no resueltos y hasta que no queden solucionados no sé si podré salir al Camino.

A pesar de esta incertidumbre, he comenzado a preparar mi equipaje. En mi interior siento que, a pesar de todas las barreras, conseguiré comenzar.

Pero, ¿si no lo logro?

No siento que vaya a ser un trabajo infructuoso si finalmente no salgo al Camino. Siento una fuerza interior que me impulsa a intentarlo, porque si no lo intento jamás lo podré realizar. Pero pongo todo mi empeño asumiendo en lo más profundo de mi ser la posibilidad de no llegar a partir hacia Astorga, lugar que habíamos elegido para salir hacia Santiago de Compostela, ¡Andando!

Como mi hermano mayor, Quique, ya hizo el Camino desde Burgos hasta Santiago el año pasado, me está orientando a la hora de preparar la mochila, mi mochila.

¡Es tan bueno tener a alguien a tu lado que pueda orientarte gracias a que ya te ha precedido en los pasos que vas a dar!

La primera enseñanza del Camino la he encontrado al hacer mi equipaje.

En mi mente empiezan a resonar con fuerza esas palabras de Jesús que tanto me gustan del Evangelio de Mateo, capítulo 6:

“No andéis preocupados por lo que comeréis o vestiréis… buscad el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os vendrán por añadidura.

No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. A cada día le basta su afán"

Aplicar esa sabiduría hoy va a ser fundamental.

Tengo muy presente que todo lo que meta en la mochila tendré que cargarlo día a día, paso a paso. Eso me hace recapacitar seriamente acerca de mis necesidades reales. Y me doy cuenta de que puedo y debo simplificarlas.

Hay demasiadas cosas a las que nos sentimos atados pero que, en realidad, no necesitamos, y cargamos con ellas desgastándonos por su peso sin ser conscientes de ello, hasta que ya no podemos más.

Preparar la mochila me lleva a pararme para pensar acerca de lo que es esencial y dejar a un lado lo que pesa o estorba.

Todo esto supone un gran ejercicio de desprendimiento. Desprenderme de lo que tengo muy pegado a mi ser es doloroso, escuece cuando tiras de ello y genera inseguridad.

Me genera un poco de inquietud al principio, incluso vértigo, al preguntarte si podré ser capaz de “sobrevivir” sin esas cosas.

Al quitar esas cosas que en realidad son superfluas pero con las que ya me he acostumbrado a vivir, me siento como si estuviera caminando sobre un puente colgante que cruza un abismo y me van quitando las cuerdas en las que te agarro para sentir seguridad.

Sin embargo, ya empiezo a sentir la ligereza que da el desprendimiento.

Sólo deshaciéndote del lastre puedes empezar a elevarte y volar.

Preparar el equipaje del camino es un ejercicio de desprendimiento y su recompensa es dejar espacio para lo nuevo y, sobre todo, empezar a ser auténticamente libre.

Cristo nos pidió ser audaces y CONFIAR en el Señor, abandonarnos en Él. Precisamente porque nos quiere LIBRES.

Un ruego sale de mi corazón:

¡Enséñame, Señor, a dejar atrás lo innecesario para abrirme a lo nuevo!

1 comentarios:

releante 29 de octubre de 2013, 11:53  

El equipaje es la primera fase del camino, así que estoy convencido de que conseguirás acabar la mochila y dejar todos los lastres, y comenzar a gastar suela con el polvo del camino. Mucha suerte en tu camino. Un abrazo

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